Ya lo sé, ya lo sé, siempre que estoy terminándome un tatuaje digo "juro que esta es la última vez" y siempre digo eso porque francamente mientras más vieja me pongo, menos tolerancia tengo al dolor, sí, cobarde, muy cobarde. Así que siempre me quedé con la idea que el último tattoo que me hice sería el último tatuaje que me haría. Pero el amor al dolor, al lienzo llamado piel, a esa tinta que atrae, atrapa y enamora, fue más fuerte y nuevamente caí en las redes y me marqué a fuego.
El diseño elegido fue inspirado en una mandala, hace mucho tiempo que quería una, pero dos cosas tenía claras; tenía que ser en tinta negra y tenía que ser de mar, algo, aunque fuera un pequeño elemento. Así es que me puse en búsqueda de alguna referencia que me prendiera y me entusiasmara, y así estuve durante un mes, ¡hasta que di con algo que encontré podría ser! Pero al diseño aún le faltaba algo, así que fui donde una tatuadora sequísima que llama Jeniffer Faúndez, que ya me había tatuado antes, y no dude en conversar con ella acerca de lo que yo tenía en mente.
Y bueno, para qué más palabras... ¡Aquí mi nuevo tatuaje!
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