Hasta que la muerte nos separe

Tatuarse es más que un acto de valentía, tatuarse es una filosofía. Para todos aquellos que somos tattoolovers y que vemos en estas marcas, mucho más que un poco de historia rayada a fuego en nuestra piel, sabemos que el tatuarse es un acto de principios y desde nuestro primer tatuaje nunca dejamos de pensar en el segundo. Debe ser porque la conexión que se genera va mucho más allá de cualquier conexión; probablemente sea como la de una madre a un hijo. 

Sentarse frente a tu tatuador y que éste, en plena conciencia de tu sentir plasme algo que para ti tiene una relevancia sin igual lo es todo, el amor que ese tatuador pone cada vez que la aguja traspasa tu piel, tu misma concentración... tu mente se vuela, el universo se conecta, te sientes poderoso y sientes la energía y la complicidad... tatuarse se transforma entonces en un gesto de amor, en una droga maravillosa que reconforta tu cuerpo y tu alma.

Los que estamos tatuados, aunque sea un pequeño dibujo, sabemos que no hay vida después de un tatuaje, sabemos que todo el tiempo deseas contar tu historia en tu cuerpo, y no sientes miedos y no te arrepientes... Estar marcado es un acto de fe, estar marcado muchas veces es la única forma de decirte a ti mismo que eres un guerrero y que eres poderoso, que entiendes, aceptas y que vives tu historia, es por eso que los que tatuados entendemos que hay muchas cosas que nos marcan en la vida, pero que arrepentirse de ellas jamás será una opción.