Desde siempre me ha gustado contemplar el mar, algo tiene en su inmensidad que logra calmar todas mis angustias, mis pensamientos locos y desbocados, haciéndome entrar en una especie de trance delicioso, donde mi cabeza deja al fin de pensar y solo empiezo sentir el conjunto de cosas que me hacen pensar que la felicidad completa y absoluta existe... paz, sal, brisa, agua.
Siempre me ha llamado la atención la gente que dice que cuando sea viejita se va a ir a vivir a un lugar retirado de la ciudad donde haya mar, casi como si fuera el lugar donde tienen que ir a vivir. Pues a mi no me importa tener que esperar a que sea vieja para hacerlo, es por eso que estoy trabajando tan duro, porque tengo la seguridad que mi sueño, por el que hoy trabajo incansablemente será realidad más pronto incluso de lo que yo imagino. Supongo que eso nos pasa a los seres de mar, una vez que naciste a sus pies es inevitable sacarlo de tu vida, de tus pensamientos y de alguna forma tienes que correr a su encuentro una y otra vez.
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