Nuestro cuerpo parece ser lo único material que llevaremos con nosotros hasta el final de nuestros días. Nuestro cuerpo, ese lienzo imperfecto que cuenta historias es más que un eterno y curvo pedazo de piel. Nuestro cuerpo es nuestro templo, nuestro libro de cuentos, nuestro campo de batallas, el refugio perfecto para nuestra alma… Extrañamente y pese a significar tanto, a diario es maltratado por nuestras violentas palabras que no logran resignarse a la falta de “perfección”. Caemos en un agotamiento constante, nuestras mentes y cuerpos se resienten y sufren, intentamos ver más allá sin lograr ver lo que tenemos en frente. Un recipiente de amor, emociones, sentimientos, la más grande de las creaciones, la más perfecta, sin importar formas, tamaños, estilos, nuestro cuerpo, el que nos contiene.
Jade Beall, fotógrafa estadounidense, recopila una serie de retratos de cuerpos humanos, tan imperfectos como hermosos. Todos ellos acompañados de testimonios, textos o poemas que cada uno de los protagonistas quieran dedicarse. La experiencia, asegura la fotógrafa, está siendo «intensa, satisfactoria y en ocasiones incluso dolorosa».